Jonas es un típico niño de 11 años que vive en una comunidad aparentemente perfecta. Hay poco dolor y ningún crimen. La gente es educada y todos pertenecen a una familia solidaria. Sin embargo, esta utopía tiene un precio; no hay opciones, las emociones están prohibidas y la vida en comunidad está dictada por reglas estrictas.
La perfección tiene un costo y permanece perpetuamente fuera de nuestro alcance. Esta contradicción es solo una de las razones por las que las distopías han cautivado a lectores de todas las edades. La idea de una utopía, yuxtapuesta con la cruda realidad de que nunca puede existir, crea un escenario convincente para el comentario y la crítica social.